El cielo puede esperar; construir una alternativa política, no

"Políticamente la elección de los diputados determinará si la onda expansiva de Morena continúa por tres años más, garantizados por una mayoría holgada".

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Las elecciones están a término. Se dice que serán las elecciones más grandes de la historia y pienso que esa grandeza es más por el tamaño que da la concurrencia de comicios locales, con casi la mitad de las que habrá en las entidades y las conexas en municipios y congresos estatales.

Son dos perspectivas: la local, que obedece a una lógica de factores determinantes y focalizados, que no necesariamente embona con lo que se tiende a llamar “lo nacional”, arena en la que se jugará por el control de un poder de la República que es la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, que como se sabe tiene la facultad exclusiva de decidir, en última instancia, el Presupuesto de Egresos de la Federación que ahora se ha puesto al servicio de la extensión de las políticas públicas del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Dentro de las anormalidades constitucionales está que esa facultad corresponde a una cámara a plenitud, cuando la Ley de Ingresos se tramita conjuntamente con el Senado que se renovará hasta el año 2024. Esta circunstancia abre riesgos y en una disputa fuerte puede trabar la entrada en vigor de los instrumentos financieros con que cuenta la república y que se refrendan anualmente.

Políticamente la elección de los diputados determinará si la onda expansiva de Morena continúa por tres años más, garantizados por una mayoría holgada, o si ahí se descarrila ese proyecto que con tanta soberbia se maneja desde la Presidencia de la República, donde no quieren que se corrija ni una coma a las iniciativas del Presidente. En otras palabras, la coyuntura la marcará el juego de la división de poderes, generando los contrapesos de un Gobierno dividido como los que tuvimos desde 1997 a 2018.

El resultado es imprevisible e incluso depende de las contingencias y azares que puedan presentarse, del tipo de la tragedia que se registró en la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, que de alguna manera pueden trastornar el llamado “humor social”, no sin fundamento cuando vemos ese suceso como producto de una negligencia, que exhibe falta de previsión en instalaciones básicas para la movilidad social en una megalópolis.

No podemos desentendernos de la profunda crisis que afecta a los partidos políticos, incluido Morena y los satélites que lo acompañan. Porque el dilema es muy complejo y difícil de dirimir. De un lado el partido dominante ya exhibió que la democracia consolidada no le interesa, en parte por la pretensión de aniquilar la autonomía del INE, que seguramente necesita de una reforma mas no de su extinción, como se advierte en el discurso presidencial, reforma que por lo demás se está diseñando a modo para garantizar una hegemonía que está bajo fuerte cuestionamiento.

Por otro lado, la idea de pasar la función electoral al Poder Judicial de la Federación no se sostiene de ninguna manera, y el Presidente se ha exhibido como un aprendiz de brujo que puede tener certidumbre absoluta de lo que quiere destruir o defenestrar, pero no de lo que quiere construir a continuidad. Y esto, de obstinarse el Presidente de la República, va a llevar a un conflicto de grandes dimensiones, porque a muchos les está quedando claro que la transición a la democracia y la consolidación de la misma navega en dirección del fracaso con la reedición de un autoritarismo más feroz que el mismo que padecimos a manos del PRI.

Es cierto: en el escenario político no se ve por ahora una alternativa democrática y progresista para encarar los retos que vienen, en especial la elección de 2024, en la cual, por si faltara algo, probablemente tengamos que navegar en contra de los intereses del Ejecutivo federal por prorrogarse el mandato –escenario número uno–, o reelegirse –escenario número dos–. Y si no se ve una alternativa delineada en el horizonte, esto no significa de ninguna manera que la misma no se pueda construir, así sea a marchas forzadas. Lo peor de todo es no poner manos a la obra por los que están comprometidos con un proyecto democrático pleno.

Así las cosas, pues habrá que esperar las señales de los resultados electorales, primordialmente la composición que tome hacia el último semestre de este año esa cámara fundamental de los diputados, en cuyas manos está la decisión de todas las políticas públicas y sociales del actual Gobierno y en las cuales se sustenta su deseado triunfo electoral, a partir de las peores prácticas clientelares que condicionan el voto y convierten a los ciudadanos en siervos o en simples recuas controladas de una manera similar a la de la ceguera.

Habrá que esperar esas señales, pero ya se advierte que el inmovilismo, la incuria, el no hacer nada es el peor de los caminos. El cielo puede esperar.

Fuente: sinembargo

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