En Minsk, Wilhelm Kube era considerado la reencarnación misma del diablo. Hitler lo había nombrado comisario general de Bielorrusia tras la invasión de esta república soviética, en 1941, por parte de los nazis, donde pronto desarrolló una de las políticas de represión más brutales de todas las protagonizadas por el Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. El desprecio que sentía por los eslavos y los judíos era tal, que llegó a planear que la capital fuera arrasada, germanizada y rebautizada como ‘Asgard’ al final del conflicto.
Por suerte, fue asesinado antes, en un insólito atentado organizado por los partisanos en septiembre de 1943. El mal, sin embargo, ya estaba hecho, según reflejó él mismo en una carta enviada a sus superiores el 31 de julio de 1942.