SALVAR LA TIERRA CON LA REFORESTACIÓN: ¿ILUSIÓN O REALIDAD?

Las grandes empresas apuestan por invertir en el planeta a través de la plantación de árboles para reducir sus emisiones de CO2, pero los expertos ponen en duda su eficacia

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El cantante Roberto Carlos quería «tener un millón de amigos», ahora empresas, gobiernos y oenegés quieren, parafraseando la letra de esta canción, «quieren tener un trillón de árboles» sobre el planeta. Decisión que ha multiplicado las iniciativas basadas en la reforestación, sobre todo, para compensar sus emisiones de CO2 y cumplir con sus compromisos. Sin embargo, la letra pequeña de estas acciones deja dudas en si beneficia o no al planeta.

Para luchar contra el cambio climático, los gobiernos de todo el mundo se han comprometido a reforestar 1.200 millones de hectáreas, lo que supone casi dos veces la superficie que ocupa la Amazonía. A esta cifra todavía quedan por añadir los planes privados de las grandes corporaciones que, algunos de ellos, plantean la reforestación del planeta con un trillón de árboles como la propuesta que lanzó en la COP 26, Marc Benioff, director ejecutivo de Salesforce, para plantar miles de millones de árboles.

Esta apuesta, acogida por más de 80 empresas, cuenta con la intención de plantar 5.750 millones de árboles, según los datos de 1t.org. «Es una auténtica barbaridad», responde Víctor Resco de Dios, doctor por la Universidad de Wyoming y profesor de ingeniería forestal en la Universidad de Lérida. «Esta cifra equivale a un tercio del total de árboles que hay en la Tierra», añade.

De esos 5.000 millones de árboles comprometidos, «al menos se han plantado 300 millones desde 2004», aseguran los datos de 1t.org. «Esto podría comprometer los derechos y medios de subsistencia de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales», señala la organización The Land Gap.

Todo con un objetivo: recuperar lo perdido. En los últimos años «había unos 6 billones de árboles», detalla el departamento de comunicación de Plant for the Planet. «Trágicamente, los humanos han talado la mitad, por lo que sólo quedan 3 billones de árboles», añaden.

A pesar de las alarmantes cifras, la pérdida de bosques a escala planetaria se ha reducido en la última década, pero sigue siendo elevada y preocupante en zonas con bosques de gran valor como África tropical y Oceanía, según destaca la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). «Continúa, pero lo hace a un ritmo más lento», advierten.

Las principales causas son los incendios y la tala destinada a la ocupación de terrenos para cultivos, ganadería, urbanización o infraestructura. Según los datos de Plant for the Planet, «sí podemos recuperar, al menos, un billón de árboles perdidos», defienden.

Sin embargo, hacen una puntualización: «Estamos hablando de restauración, no de reforestación. No se trata simplemente de hacer crecer cualquier árbol, sino de restaurar ecosistemas forestales enteros tal y como existían antes en esas zonas», detallan.

¿Resolver o agravar el problema?

La distinción entre ambos conceptos es la clave para resolver el problema del cambio climático. «Recordemos que éste -el cambio climático- es el resultado de liberar a la atmósfera en forma de CO2 el carbono que se almacenó durante millones de años en restos fósiles del planeta», responde Resco de Dios. «Como mucho los árboles pueden ser un almacén temporal», añade.

La reforestación se ha convertido en la opción preferida, porque permite la compensación de las emisiones y «la amplia mayoría se hacen sin una planificación», revela el profesor de la Universidad de Lérida. «Muchas veces se crea un ecosistema ‘Frankestein’ que es como una operación de cirugía que combina una pieza de aquí y otra de allá», apostilla.

«Las repoblaciones son un mal compartido en todo el planeta», advierte el profesor. En algunas ocasiones, las plantaciones de árboles en zonas quemadas o simplemente arrasadas por la acción humana se hacen sin planificación. «No solo es poner la semilla del árbol, también se necesita un seguimiento», apunta Resco de Dios. «La experiencia nos ha enseñado que las plantaciones se abandonan al poco de ser establecidas», añade.

Los costes de mantenimiento y la conservación de la masa forestal son elevados y «no se hace porque es caro», denuncia Resco de Dios. «Esto conlleva grandes acumulaciones de combustible y puede desembocar en incendios y al fin y al cabo es emitir más».

Sin embargo, ese olvido no es el único problema, «porque tradicionalmente se han usado especies que siempre han crecido ahí buscando recrear un pasado y no va a volver», asegura el profesor de la Universidad de Lérida. «Tenemos una normalidad distinta y un clima transitorio que ha cambiado».

Así también lo advierte la oenegé WWF que acompaña a muchas empresas en estos planes. «Esta vieja receta no sirve si lo que se quiere recuperar es un ecosistema sano». A diferencia de la reforestación, la restauración es «un enfoque integral donde el ingrediente fundamental es pensar, antes de actuar, qué paisajes y ecosistemas se quieren construir de cara al futuro, y hacerlo con la participación de las personas de la zona», advierte la organización ecologista.

Más bosque no es menos CO2

A pesar de los esfuerzos por la plantación de árboles, las emisiones de gases de efecto invernadero no han caído. Según los datos de la Organización Meteorológica Mundial, el dióxido de carbono, metano y óxido nitroso han tocado, nuevamente, máximos históricos.

Para convertirse en un sumidero de carbono «tienen que pasar lustros o, incluso, décadas», explica el profesor de la Universidad de Lérida. «Además, cambiar el tipo de vegetación altera el balance energético y esto, en algunas ocasiones, puede conllevar un mayor calentamiento».

«Pensamos que las sabanas son ecosistemas degradados y no es verdad»

Víctor Resco de Dios

doctor por la Universidad de Wyoming y profesor de ingeniería forestal en la Universidad de Lérida

Esa remoción del terreno también «conlleva un aumento de las emisiones de CO2, porque se liberaría todo ese carbono que a día de hoy está almacenado», destaca el experto. Los organismos internacionales «están planificando realizar plantaciones forestales en zonas de África que a día de hoy son sabanas y pastizales, pero que lo han sido durante millones de años», comenta. «Pensamos que son ecosistemas degradados porque no tienen árboles y no, eso es un error», explica Resco de Dios.

Aunque no lo parezca, esos ecosistemas africanos son muy ricos en biodiversidad y «tienen unas concentraciones de carbono en el suelo muy elevadas, porque se ha ido concentrando durante millones de años». La clave para el profesor de la Universidad de Lérida es destinar gran parte de los fondos dedicados a la creación de nuevos bosques a conservar los ya existentes, a frenar la deforestación tropical y «sobre todo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero».

Fuente: ABC

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