Las heridas que la pandemia profundizará en el fútbol femenino de México

Este jueves reinicia el campeonato, el primero en volver en América Latina, tras la parálisis provocada por la crisis de la covid-19 con una lista de pendientes: la brecha salarial y la desigualdad de trato

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Puebla, Puebla, 18 de noviembre de 2018. , durante el partido de la jornada 18 del torneo Apertura 2018 de Liga MX Femenil, entre Club Puebla y los Pumas de la UNAM celebrado en el Estadio Cuauhtémoc. Foto: Imago7/Rodrigo Peña

Para Karla Jiménez, la incertidumbre se llamaba Monarcas Morelia. En plena escalada de casos de la covid-19, en mayo, el equipo con el que jugaba en la Liga de fútbol femenina de México estaba por desaparecer. Lo sabía porque lo leía en las noticias y no por sus jefes. Al caldero de intranquilidad se le sumaba que el 31 de ese mes vencía su contrato anual con el club y terminaría engrosando las cifras de desempleo. El 2 de junio los dueños de Monarcas anunciaron que mudaban la franquicia al puerto turístico de Mazatlán (Sinaloa). Jiménez y sus compañeras fueron notificadas oficialmente media hora antes del anuncio oficial. La mayoría se opuso a continuar.

A Jiménez, futbolista de 26 años, le habían ofrecido mudarse con un sueldo de 9.000 pesos (400 dólares) mensuales. Eso significaba que tendría que compartir casa entre muchas compañeras porque las rentas estaban en 15.000 pesos (667 dólares). “No lo vi viable. Sí es mucho el interés y el compromiso por el fútbol, pero también debo ver qué voy a obtener”, cuenta la jugadora a EL PAÍS. “Me llamaban otros equipos para ficharme y me decían: ‘No te puedo ofrecer más porque la verdad no tenemos más recursos, la pandemia nos ha dejado desgastados”, agrega.

La Liga femenina de México volverá a la actividad este jueves tras el súbito parón por la emergencia sanitaria. La competencia, que hace unas semanas cumplió tres años de existencia, reiniciará cuando en México los casos de la covid-19 suman más de 480.000 y hay más de 53.000 fallecidos. El torneo iba a comenzar el 24 de julio, pero los dirigentes pospusieron la fecha por la crisis sanitaria. La decisión, sin embargo, no afectó a la Liga masculina que arrancó sin problemas y con infectados en los principales clubes. “En la Liga femenina no estaba tanto en juego la reactivación económica de patrocinios como sí lo era en la masculina. Es una decisión que muestra cierto grado de responsabilidad ante la contingencia y, por el otro, muestra el orden de prioridades de la Federación Mexicana de Fútbol: por más que estén comprometidos con el fútbol de las mujeres, el negocio está por encima del desarrollo de cualquier otra área”, explica Claudia Pedraza, doctora en Ciencias Políticas y Sociales, especializada en género y deporte.

Antes de 2017, el fútbol femenino profesional era un espejismo. Las mujeres que querían triunfar en este deporte tenían que viajar al extranjero para encontrar un lugar o jugar en circuitos semiprofesionales. Así se forjó Karla Jiménez, quien jugaba en Morelia (Michoacán) como un pasatiempo porque su apuesta era ser una ingeniera civil. Y lo logró. También logró ser parte de la primera generación de jóvenes que participaron en la naciente Liga femenina de México. Su primer sueldo era de 2.500 pesos (111 dólares), después aumentó a 5.500 (244 dólares), nada comparable con lo que ganaba como profesora de bachillerato en un horario de medio tiempo. “No se les veía el interés por subir los sueldos. Aceptábamos eso por querer sobresalir, pero las condiciones no eran las óptimas”, cuenta Jiménez. Su último sueldo fue de 7.000 (311 dólares). En el otro extremo del horizonte, el futbolista mejor pagado de la Liga masculina, el francés André-Pierre Gignac (Tigres), gana al año 4,6 millones de dólares al año, según una estimación de Forbes.

“Tenemos que hacer doble esfuerzo de salario: jugamos fútbol y un trabajo alterno. La carrera futbolística es corta, a los 35 años ya se piensa en el retiro. Ahí te das cuenta de que el salario es poco porque ser profesional te demanda tiempo completo a pesar de que sea un doble esfuerzo… Los trabajos, fuera de la cancha, a los que podemos aspirar ahora mismo son de medio tiempo. Dime, ¿quién va a contratar a alguien que entrena diario y que a veces puede ser dos veces al día? ¿A alguien que viaja para ir a jugar?”, se cuestiona Paola López Yrigoyen, jugadora de Pachuca.

“Había miedo a quedarnos desempleadas en el fútbol y miedo a quedar desempleadas en nuestros otros trabajos por la pandemia”, explica Jiménez que, durante la crisis del coronavirus, se mantuvo de su sueldo como profesora y está próxima a jugar de nuevo en la Liga con otro club que le ha ofrecido un mejor salario. El tema de los sueldos ha sido blanco de debate, sobre todo en un momento en el que los clubes han decidido acortar la nómina para resistir al impacto de la crisis. “No tengo tranquilidad, no tanto porque me falte ahora mismo sino porque sé que en el futuro me diré: ‘Estás jugando en vez de estar trabajando’. El detalle es cuando salgamos del fútbol. ¿Qué vamos a hacer?”, reflexiona López Yrigoyen.

La pandemia va a ralentizar el desarrollo del fútbol femenino porque, según considera Claudia Pedraza, ha provocado un golpe en las finanzas del deporte mundial y esto repercutirá en una disminución en la inversión al fútbol de las mujeres. La FIFA, ante esta situación, otorgó a cada país socio 1,5 millones de dólares para paliar los efectos de la crisis, de los cuales 500.000 deben ser destinados al fútbol femenino.

Las futbolistas más desfavorecidas, como las que tienen contratos anuales, salarios menores a 10.000 pesos y las que no viven en las instalaciones de los clubes, estarán frente a una doble precarización por la brecha salarial que ya existía antes de la pandemia y con las nuevas condiciones tras la pandemia. “Las futbolistas se necesitan desplazar y no todos los centros deportivos están dentro de los centros urbanos. A veces ellas no tienen los recursos para viajar en transporte privado y viajar en transporte público resulta un riesgo”, considera Pedraza.

En el torneo del año pasado, la afluencia en los estadios para ver jugar el fútbol femenino fue de un promedio de 20.056 aficionados por cada jornada. Una de sus mejores marcas fue un lleno de 41.615 hinchas durante un partido entre Tigres y Rayadas. Habían ganado espacios en las grandes televisoras para la retransmisión de sus partidos e incluso había clubes que ya tenían patrocinios exclusivos para la categoría de mujeres. “Uno de los indicadores que mostraba el avance de este deporte era su mayor presencia en espacios mediáticos, entre los aficionados en los estadios y la crisis le quitará visibilidad”, ahonda Pedraza. El reto ahora será ganar terreno en la televisión.

Antes del inicio de la pandemia en México, las futbolistas firmaron un poderoso manifiesto llamado Cuando todas juegan en el que expusieron las desigualdades que afrontaban al querer dedicarse al fútbol y un llamado a luchar por sus derechos. Era una inédita carta que encontró eco durante la masiva manifestación de mujeres del 8-M. “La pandemia le ha quitado impulso que traía el movimiento. Incluso había surgido la primera barra feminista para apoyar a las jugadoras”, menciona Pedraza.

Otra de las diferencias que inquietan a las futbolistas es el tema de los traslados. No todos los equipos viajan por avión, como lo hacen los equipos masculinos. Karla Jiménez aún recuerda cuando debían viajar rumbo a Monterrey, a más de 800 kilómetros. El autobús se descompuso a las 3.00 de la madrugada. “Éramos casi todas mujeres a la mitad de la noche, en una carretera y solas”, recuerda. La situación que vivieron las jóvenes en Monarcas se replica en los otros clubes. Pero el fútbol femenino, pese ante la desigualdad y la pandemia, no quiere perder su llama.

Fuente: elpaís

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