Salud emocional en pandemia: «Los hijos aprenden de lo que hacemos sus padres, no de lo que decimos»

Javier Quintero es jefe del servicio de psiquiatría y salud mental del Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid y director de los centros PsiKids

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Si hay una persona apasionada de la salud cerebral, ese es Javier Quintero, jefe del servicio de psiquiatría y salud mental del Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid y director de los centros PsiKids, además de autor de numerosos libros como «El cerebro adolescente: una mente en construcción».

La salud emocional, que siempre ha sido muy importante ahora, en tiempos de pandemia, parece serlo muchísimo más. ¿Cómo nos está pasando factura el Covid en lo emocional?

Nos hemos enfocado mucho en la salud física, indiscutiblemente ha sido una prioridad, y hemos desatendido un poco la salud emocional. Hay una máxima, que repito muchas veces, que es que no hay salud sin salud mental. Y año y medio después de que empezara todo, hay todo un desgaste, un desgaste que podemos llamar estrés, fatiga pandémica, que podemos llamar de muchas formas, pero que indiscutiblemente tiene un cansancio emocional muy importante para una parte muy importante de la población.

Y por segmentos, los mayores, los niños, sobre todo los adolescentes y los adultos jóvenes, quizás es gente que ha estado muy muy expuesta. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo?

Pues que hay una sobrecarga emocional, a mi me gustaría dibujar un poco las diferentes fases que muchas de las personas que nos van a escuchar o leer se pueden ver identificados.

Un fisiólogo canadiense, llamado Hans Selye, fijaba las fases del estrés. Y él hablaba de una primera fase que llamamos fase de alarma, es decir, nuestra respuesta natural ante una situación externa que percibimos como amenazante, o con falta de información o con un exceso de exigencia, al que nuestro organismo responde con esa fase de alarma, fundamentalmente a través de la secreción de noradrenalina o adrenalina, que nos activa para hacer cosas. Nos vamos a marzo de 2020, cuando nos confinan esa sensación de fase de alarma hace que empecemos a activarnos. Hay una primera fase inicial, que puede ser incluso placentera, seguro que muchos recuerdan las primeras semanas de que “es algo nuevo” “es algo distinto” y me tengo que preparar para la acción. Coloquialmente es lo que conocemos como la fase de los bizcochos y los aplausos, donde al final estábamos todos muy motivados en casa haciendo cosas.

Si esa fase externa se mantiene en el tiempo entramos en la segunda fase. Que es la fase de mantenimiento. En esa fase de mantenimiento cambia nuestra fisiología, y se empiezan a segregar otra serie de sustancias en este caso el cortisol, que a muchos nos sonará como la hormona del estrés. Esa fase ya la podemos sostener durante meses. La primera fase durante semanas, esta segunda durante meses. Empezamos a estar un poco más cansados, esto mantenido en el tiempo ya no es tan emocionante… Empezamos a estar con una sensación de agotamiento, de desgaste, emocional en este caso.

Lo complicado es la tercera fase, lo que llamamos la fase de agotamiento. Cuando todo esto se mantiene y la situación persiste, nuestro sistema de equilibrio interno fracasa y entramos en una fase de agotamiento donde lo que empieza a aparecer ya son signos y síntomas relacionados con el estrés, cansancio, fatiga, irritabilidad, ansiedad, depresión, y una serie de síntomas que estoy convencido de que muchas de las personas que nos están ahora leyendo desde luego los han pasado o lo están pasando.

¿Digamos que es esa fase en la que estamos ahora?

Bueno, es la fase que estamos pasando desde hace unos meses. Empezamos a verla en septiembre, octubre, con mayor incidencia en enero, y efectivamente, ahora empezamos a ver esa sensación de cansancio en la gente en general, no solamente hablamos de los pacientes que podemos ver en consulta, familiares de pacientes, gente a priori sana mentalmente.

Por eso es el momento de hablar de emociones.

Creo que siempre ha sido importante hablar de emociones, creo que es una de las carencias que tenemos como sociedad, el ser capaz de emocionarnos y compartir nuestros sentimientos y emociones, y siempre ha sido importante pero es que ahora me parece imprescindible.

Explícanos qué son las emociones. Porque todo el mundo habla de emociones, pero realmente no las identificamos bien.

Las emociones podríamos decir que es la manera natural que tiene nuestro cerebro para comunicarse con nosotros mismos. Lo que pasa fuera lo interpreta y genera una reacción en segundos que hace que nos movilicemos hacia una acción. Hablamos de las emociones básicas, la alegría, la tristeza, el asco, la angustia, de alguna forma la ira, que son emociones que nos movilizan hacia una acción determinada en función de ese procesamiento automático que ha hecho nuestro cerebro de lo que percibe ahí fuera. Depende de nuestros principios, nuestros valores, nuestras experiencias previas, y eso de alguna forma genera esta respuesta inicial.

Ahora bien, no es automático. Depende después de cómo seamos nosotros capaces de sostener esas emociones en el tiempo. Es decir, percibo algo fuera, respondo a esa emoción pero después tengo tiempo para pensar y analizar, esas emociones y transformarlas en sentimientos.

Pongo un ejemplo que va a ser muy fácil. Salgo a la calle, veo una sombra y creo que es un gato mi respuesta es al gato. Si salgo a la calle, veo una sombra y creo que es un león, mi respuesta emocional es a león. Son dos respuestas diametralmente diferentes.

Es decir, es ese proceso de la información, ese análisis de lo que está ocurriendo, donde tenemos un gran margen de mejora.

Pero, ¿por qué, si son inherentes a nosotros mismos, nos cuesta tanto gestionarlas?

Como decía , hay veces que tenemos una mala cultura emocional, por decirlo de alguna forma. Nosotros desde pequeñitos niño no llores, seguro que no es para tanto, pero vamos a entender por qué ese niño llora. Parece que expresarnos emocionalmente es un signo de debilidad, desde luego algo social poco competente. No es una buena idea. Ahora sí que empezamos a intentar inculcar ideas de inteligencia emocional y desarrollo de habilidades relacionadas con la inteligencia emocional en los más pequeños, pero hay ciertas cosas que están en la memoria de todos. Cuando éramos pequeños íbamos al médico y teníamos miedo cuando nos pinchaba pero nos daba una piruleta. Pues efectivamente, estábamos generando una sensación en una transformación de algo distinto.

Alguien que está triste y que de repente, combinamos la forma de traducir emociones en alimentación. Es algo que hacemos muchas veces y no siempre es la mejor manera de hacerlo. Gestionemos emociones con emociones, y peras con peras y manzanas con manzanas, como diría aquel.

Deberíamos entonces aprender de pequeños y mejor de lo que habíamos hecho hasta ahora? ¿Nos deben enseñar los padres? ¿En el colegio?

Creo que los padres tenemos un papel protagonista en la educación de nuestros hijos y también en la educación emocional, qué duda cabe. Pero aprendemos a gestionar nuestras emociones en todos y cada uno de los contextos de nuestras vidas. ¿Desde pequeños? Realmente nunca es tarde, aprender a manejar, entender y gestionar nuestras emociones es algo que podemos hacer siempre y en cualquier momento. Y muchas veces en algunas de la situaciones con gente que hemos visto, y no es que «yo soy mayor», si no es por ti, hazlo por ellos por el niño que está sentado al otro lado del sofá y que está viendo cómo gestionar las emociones y cómo de alguna manera tú te manejas en tu día a día. Nuestros hijos aprenden de nosotros pero aprenden de nosotros en lo que hacemos, no en lo que les decimos que tienen que hacer. Es un error muy clásico: El padre que con un cigarrillo en la mano le dice a sus hijos que no fumen. Pues evidentemente, ahí hay un mensaje que no está encajando adecuadamente. Que no estamos generando de una forma clara. ¿Cómo podemos ayudar a que nuestros hijos gestionen las emociones? Pues sin duda, ayudándoles a gestionarlas, y gestionándolas mejor nosotros mismos.

¿Has hablado de inteligencia emocional? ¿A qué te refieres exactamente?

La inteligencia emocional es una habilidad que aprendemos, básicamente, comprender y gestionar nuestras emociones. Hay dos variables que a mi me parecen tan o más importantes la una y la otra. Una es la intrapersonal y la interpersonal. La intrapersonal es la comprensión que yo tengo de mis emociones y la gestión que yo hago de ellas. Y la interpersonal tiene esas mismas habilidades pero en la relación con los demás. Como yo me soy capaz de leer la empatía con el otro, soy capaz de leer y entender las emociones que están ocurriendo y eso es básico en nuestras habilidades sociales.

Evidentemente si nosotros desde pequeños empezamos a conocer las emociones, es mucho más fácil que las gestionamos de manera natural y desarrollemos una inteligencia natural cuando somos adolescentes o llegamos a la edad adulta. Eso es mucho más sencillo. Pero como decíamos antes, no permitimos. y a veces te encuentras situaciones muy graciosas, pues de repente, un niño que se ha frustrado por algo, y los padres, en lugar de ayudarles a gestionar la frustración, de una manera más emocional, que es la frustración, que es la emoción de no conseguir lo que yo quería, o mis expectativas, pues de repente o bien se genera un sermón estupendo a un niño de 3 años, sobre la vida etc, o en su defecto sucumben a hacia su frustración y le conceden ese deseo por el que ha condicionado una emoción, que no ha aprendido o no ha sido capaz de gestionar.

Las emociones se aprenden gestionando emociones, desde pequeñito. Es mucho más fácil gestionar la frustración a los 3 añitos cuando no me puedo subir a un caballito o no me dan la piruleta, que luego a los 25 cuando las cosas no salen como yo espero.

Pero, ¿cuál es la respuesta del padre perfecta?

Pues en realidad es entender al niño y entender lo que está ocurriendo, y hacer entender al niño que el “no” existe, que en este caso concreto. Que no pasa nada y que de alguna forma va a tener que aprender a lidiar con esto. Normalizar las emociones en general. Hay una película que me parece maravillosa que es “DEL REVÉS”, (Disney), donde se habla de las emociones básicas. Hay que verla con los hijos un par de veces porque la primera vez la ves, te parece muy chula, pero el mensaje lo vas a encontrar al final, donde todas las emociones tienen un papel en nuestra vida.

No solo esto va de ser feliz y «happy» todo el día. Esto va de estar feliz, a veces también triste, comprender nuestra tristeza, y gestionarla. Y nuestra frustración y rabia cuando las cosas no salen como yo espero o quiero… Lo importante es qué hago con esa frustración y esa rabia, no que no la sienta, porque la voy a sentir. Lo importante es cómo la gestiono.

También hablas de cómo el mindfulness que puede ayudar mucho a las personas a sobrellevar esta situación de pandemia que estamos viviendo. ¿Qué es el mindfulness y cómo lo podemos aplicar en nuestro día a día?

El mindfulness es atención plena, es tomar conciencia de cómo estoy y dónde estoy. Mira hay una pregunta que estoy haciendo mucho, y que repito, y que de alguna forma es un topic que estoy utilizando y es el “cómo estás”. Hay una forma muy sencilla que es que la gente te responda con lo socialmente convenido, que es “bien, gracias” o el tipo que que le preguntas cómo estás y te lo cuenta. En el ¿como estás? Hay una tercera lección que es con nuestro portero o nuestro compañero de trabajo, nos pregunta cómo estamos podemos seguir contestando el ”bien gracias”, o si somos un paliza contándole cómo estamos, pero es una oportunidad maravillosa para tomar conciencia de cómo estoy. Parar un momento.

No contárselo a él pero reflexionarlo tú.

Parar un momento, tomar esa conciencia, ¿cómo estoy? ¿Cuál es un poco la emoción que domina mi estado de ánimo? Estoy bien, feliz, triste, cansado, irritado, satisfecho, cansado… como de alguna forma ponerle nombre a nuestras emociones. Hay mucha gente que piensa que conoce o gestiona bien sus emociones, pero le preguntas cómo estás y te dicen que bien. Pero, ¿qué quiere decir bien? Si no soy capaz de explicármelo, o de explicarlo a otro, en realidad no tengo ni idea de cómo estoy.

Esa capacidad de parar un momento y de tomar conciencia de mis emociones, de cómo me encuentro en ese momento nos permite mejorar nuestra conciencia emocional que es básico, que es la antesala para mejorar nuestra gestión emocional.

Bueno pues el mindfulness es una herramienta que nos permite tomar conciencia del aquí y ahora, simplemente dejar pasar los pensamientos. Es una técnica que viene del yoga, de la relajación que nos permite parar y tomar conciencia de cómo nos encontramos.

Fuente: ABC

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