UN AÑO DE «FIEBRE»: 366 DÍAS DE CALOR DESBOCADO EN LOS OCÉANOS Y MARES DEL PLANETA

Las temperaturas alcanzan máximos históricos en una anomalía que afecta en tierra y «tardará bastante en recuperar la normalidad», advierten los expertos

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Récord tras récord, como fichas de dominó. Así se resumen los últimos 366 días, los pasados 12 meses en los mares y océanos. Unos sistemas de vigilancia apuntan al 31 de marzo, otros a mediados y otros en torno al 21. Sin embargo, todos coinciden en que la superficie marina del planeta tiene fiebre y «la va a seguir teniendo durante unos meses más y no sabría decirte la cifra», advierte Ricardo Aguilar, investigador de Oceana. Más de un año de temperaturas desbocadas a las que los científicos buscan explicación y no todas coinciden.

«Surgen de una combinación de El Niño en el Pacífico tropical desde siempre (aunque no tan fuerte como en el evento de 2015-2016 y actualmente debilitándose) y de las temperaturas persistentes muy por encima del promedio en el Atlántico y otras cuencas oceánicas», explica Francesca Guglielmo, científica senior del Servicio de Cambio Climático de Copernicus. «No solo es El Niño», apostilla Aguilar. «Este fenómeno puede producir picos de temperatura en los océanos, pero la tendencia tan exponencial hacia arriba ya existe desde hace tiempo», asegura el investigador de Oceana. Eso sí, todos coinciden en un punto: «el calentamiento del planeta producido por la acción humana». No obstante, quizá sea una suma de todos estos argumentos.

Día a día, la superficie marina del planeta ha ido acumulando energía. «El contenido de calor de los océanos en 2023 fue el más alto registrado, superando el valor de 2022», alertó la semana pasada la Organización Meteorológica Mundial. «Lleva muchísimos años reduciendo el impacto del cambio climático», advierte Aguilar. Desde la Revolución Industrial, los océanos han sido el reservorio del carbono generado por la actividad humana. Sin estos, junto con los terrestres, los niveles de CO2 en la atmósfera serían un 50% más altos que los registrados en 2019. «Pero ya ha dicho basta», explica el investigador de Oceana.

Y se observa en la acidificación de los océanos y en su imparable y, de momento, inquebrantable subida de la temperatura de la superficie del mar. En la actualidad, según los datos del servicio europeo Copernicus, la temperatura de la superficie del mar se encuentra medio grado por encima de lo normal, tomando como referencia la media del periodo 1991-2020. A principios de año, la temperatura de la superficie marina para las coordenadas 60°S-60°N, sin las áreas polares, llegó a su anomalía máxima (+0,8 grados).

Justo hace un año saltó la primera alerta. La superficie marina alcanzó los 20,85 grados, a tan solo una décima del récord histórico de marzo de 2016 (20,95 grados). Aquel pico de hace 8 años no se volvió a tocar, hasta el 28 de julio de 2023. Este día, el mar alcanzó los 20,95 grados, un nuevo hito que aguantó veinticuatro horas. Las décimas subían a medida que avanzaban las jornadas hasta superar por primera vez los 21 grados el 22 de agosto. Ahora el récord de todos los tiempos, según los datos europeos, está datado del 25 de marzo de 2024 en 21,08 grados.

«Está siendo un proceso lento», puntualiza Manuel Vargas, científico titular en Instituto Español de Oceanografía (IEO). «Se puede frenar, sí», comenta Aguilar. «Pero es posible que pasen varios siglos hasta que veamos una situación normal», añade.

Infierno bajo el mar

Sin embargo, la subida de las temperaturas medias «no son preocupantes», explica Vargas. «Si son sostenidas y leves, los seres y organismos que viven en el mar se pueden adaptar», apostilla. Lo preocupante, asegura, son las olas de calor marinas. «En estos casos las temperaturas se disparan mucho, pero mucho es mucho», advierte.

Como ocurre en tierra firme, estos episodios son de corta duración y «suelen ser poco frecuentes», señala el científico del IEO. Pero estos eventos «se han vuelto más frecuentes, intensos y duraderos desde finales del siglo XX, mientras que las olas de frío marinas han ido disminuyendo», corrige la Organización Meteorológica Mundial. Solo en 2023, «más del 90% del océano había experimentado olas de calor en algún momento».

Estos picos de altas temperaturas disminuyen el oxígeno disponible para las especies marinas y «provoca altas tasas de mortalidad», responde Vargas. Y lo provoca en peces y también en corales. Varios investigadores han revelado que la icónica Gran Barrera de Coral de Australia está sufriendo otro evento de blanqueamiento masivo.

La Gran Barrera de Coral, que se extiende a más de 2.300 kilómetros frente a la costa noreste de Australia, es el sistema de coral más grande del mundo y uno de sus hábitats con mayor biodiversidad. Con este episodio es la quinta vez en ocho años que se detectan daños generalizados en este sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Pero no es el único impacto. «Estamos viendo numerosas migraciones hacia zonas más frías o en las profundidades donde la temperatura va cayendo», detalla Ricardo Aguilar. «Ahora nos queda investigar cómo son esos reservorios y ver cómo impacta el cambio de hábitat».

Aunque «hay que añadir otra cosa más», advierte Raquel Vaquer, coordinadora en la Fundación Marilles. «Estamos observando especies de otras zonas más cálidas que terminan convirtiéndose en especies invasoras y eso afecta a todo el ecosistema», explica.

La importancia del mar en tierra

A pesar de todos estos cambios, aunque son lentos, «como sociedad no somos conscientes de la importancia que tienen en nuestra vida diaria», revela Aguilar. Una décima más en la temperatura media en el mar, tiene implicaciones importantes en tierra firme. «Y no solo que puedan desaparecer de nuestros mares y a la postre de nuestros platos ciertas especies», avisa Vargas. «Las altas temperaturas también pueden alterar los intercambios de agua y energía entre el océano y la atmósfera», apunta Francesca Guglielmo

Las olas de calor, las inundaciones o los huracanes extraen de aquí la energía que los alimenta. «Ya hablamos de medicanes en el Mediterráneo», recuerda Vargas. En los últimos años, las tormentas y precipitaciones en esta región se han multiplicado. «Tiene mucho que ver el calentamiento del Mediterráneo», señala este investigador. «Estamos dándole combustible», asegura Aguilar.

No obstante, la principal preocupación de los investigadores se centra en las corrientes oceánicas. «El sistema circulatorio del planeta se debilita», advertía en 2018 un estudio publicado en la revista Nature. En el punto de mira cinco letras: AMOC.

Estas son las siglas en inglés de Circulación Meridional de retorno del Atlántico. Forma parte de un sistema de corrientes oceánicas conocido como «cinta transportadora oceánica global» que ayuda a regular el clima de todo el planeta. O, mismamente, la Corriente del Golfo, que forma parte de la AMOC

Esta sistema afecta a numerosas condiciones meteorológicas y climáticas, incluidos la temperatura del aire y las precipitaciones en Europa, el nivel del mar a lo largo de la costa sureste de Estados Unidos y la actividad de huracanes en el Atlántico norte. «Un cambio de estas corrientes puede hacer que Europa, por ejemplo, acabe bajo el hielo», advierte Aguilar. «Llevamos décadas hablando de ello y aún no somos conscientes del peligro del calentamiento del mar».

Fuente: ABC

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