«Los niños que sufren mucho no cuentan lo mal que se sienten»

El número de suicidios entre los jóvenes se ha disparado entre un 200 y un 250% con respecto a años anteriores. Varios expertos alertan a las familias de las señales para detectar estas ideas suicidas en los hijos

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Con tan solo 10 años, Saray, una niña de 10 años, se lanzó al vacío desde una altura de 10 metros el pasado viernes 9 de septiembre, tras asistir al colegio dos días. Al parecer no pudo soportar más el acoso escolar al que estaba sometida por parte de sus compañeros de clase y al llegar a casa escribió una carta de despedida. En estos momentos, la pequeña de Zaragoza se encuentra en la UCI con una fractura de cadera, una fisura en un tobillo y diversas contusiones en el Hospital Universitario Miguel Servet.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es un problema de salud pública prevenible si se realizan las intervenciones oportunas y con abordaje multifactorial, multisectorial e integral. Sin embargo, las cifras siguen siendo muy alarmantes: se estima que 703.000 personas al año se quitaron la vida en todo el mundo; durante 2020 un total de 3.940 personas lo hicieron en nuestro país, aproximadamente 11 al día, por lo que el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. Es más, por cada persona que muere por suicidio en nuestro país, hay 10 que lo intentan.about:blank

Tras la pandemia, el número de suicidios entre los jóvenes se ha disparado entre un 200 y un 250%

Según datos de Funespaña, a raíz de la pandemia el número de suicidios entre los jóvenes se ha disparado entre un 200 y un 250% con respecto a datos anteriores y aproximadamente el 30% indicó haber tenido ideas suicidas en los últimos seis meses. No cabe duda de que la pandemia afectó a la salud mental de muchos jóvenes «a los que se les quitó de la noche al día su vida, su rutina, y cuando haces eso a alguien se viene abajo», asegura el psicólogo Pedro Cabezuelo.

A ello se añade, tal y como señalan desde Recurra-Ginso, que el acoso escolar es la principal causa de suicidio entre la población infanto juvenil. En la actualidad, el bullying se origina en el entorno escolar y se traslada al hogar del menor afectado a través de las redes sociales. En muchas ocasiones, estos menores que son acosados por compañeros no saben cómo comunicar el problema o externalizar el sufrimiento que están sintiendo y esto les puede conducir a un trastorno depresivo que puede arraigar en pensamientos suicidas. «Los niños que sufren mucho no hablan de lo mal que están —matiza la psicóloga Patricia Gutiérrez—. Podríamos pensar que si está sufriendo nos lo va a contar, pero no es así».

Explica que se puede observar en el menor que ha decaído su estado de ánimo, que baja su rendimiento escolar, que está más ausente, participa menos en las reuniones familiares…, «pero nunca va a verbalizar «estoy pasando por un mal momento», «sufro», «siento que mis amigos han dejado de quererme», «ya no soy importante». La realidad es que un niño que sufre no cuenta lo mal que se siente. Tenemos que ser nosotros los que lo detectemos. No estamos consiguiendo llegar a la población porque hay falta de presupuesto y de formación».

No saber afrontar el sufrimiento

Javier Urra, director clínico de Recurra-Ginso, añade que «los menores que piensan en quitarse la vida no lo hacen porque no quieran vivir o tener un futuro, tienen estos pensamientos porque no saben cómo gestionar y afrontar el sufrimiento. En la mayoría de casos, el suicidio viene de la mano de la depresión, que a su vez proviene de la desesperanza y de la falta de herramientas para afrontar una situación complicada. Es necesario tener claro que el suicidio es evitable y que las personas en riesgo emiten llamadas de angustia antes de cometer el acto».

Para este experto la escucha y el apoyo del entorno más cercano a los menores «es fundamental para identificar y tratar el riesgo a tiempo». Señala que estos jóvenes actúan de manera más imprevisible que los adultos en la misma situación. Frases como «algún día me iré de aquí» o «la vida no tiene sentido» pueden ser un síntoma de que el menor está en riesgo. «La alteración en las conductas, como dejar de salir con amigos, ideas tanáticas o cambios de humor acompañados de tristeza o timidez extrema, son otros indicios que pueden alertar a los padres».

En la misma línea se manifiesta Jordi Royo, director clínico de Amalgama7, quien incide en que se deben controlar el máximo las causas que pueden desencadenar en el fallecimiento de un jóven, como las psicopatológicas sociales o familiares. «Un chico que está sufriendo un episodio de bulling o ciberbulling tiene más probabilidades de protagonizar un intento de autolesión que el resto de sus compañeros. Además, se deben observar posibles síntomas que indiquen algún trastorno como tristeza mantenida en el tiempo, incapacidad para desarrollar tareas que en el pasado le resultaban placenteras, descenso del rendimiento escolar… Al mismo tiempo, es recomendable hablar con el adolescente sobre la muerte y no pasar nunca por alto ningún indicador asociado a este asunto, como frases hechas que salen en una disputa familiar: ‘Ojalá no hubiera nacido’ o ‘Me gustaría estar muerto’… En estos escenarios es mejor pedir ayuda al profesional y, a partir de aquí, poder descartar si realmente el adolescente está en un proceso de autoinducción al suicidio o simplemente quiere llamar la atención del adulto».

La crisis de la propia identidad, las causas psicopatológicas, el poco apego familiar… algunos de los principales motivos que pueden fomentar el comportamiento suicida en adolescentes

Para el doctor Royo, el comportamiento suicida en los adolescentes y jóvenes tiene otras posibles variables que pueden llevar a un individuo a plantearse quitarse la vida. En primer lugar, la crisis de la propia identidad; cuando el niño deja de ser un niño y se plantea cuestiones identitarias tales como ¿Quién soy?, ¿Qué hare en la vida adulta?, ¿Cómo encajo en la familia, con los amigos o con el mundo?. Ante estas dudas, el adolescente puede sentir una carencia del sentido de la vida y plantearse abandonarla.

«En segundo lugar, existen causas psicopatológicas (depresión, trastornos de personalidad límite, bipolar, de ansiedad, esquizoafectivo, esquizofrenia, abuso de sustancias) que conllevan en la propia patología pensamientos y comportamientos suicidas. En tercer lugar, el inducido por la familia, que implican abandono, maltrato, desamor, abuso… Y, por último, el generado por causas sociales y/o tecnológicas», señala Jordi Royo.

Incremento de autolesiones

Desde la Clínica López Ibor también advierten de que la autolesión cada vez se está afianzando más como una forma de gestionar el malestar en ausencia de respuestas adaptativas ante situaciones dolorosas, llegando, en muchos casos, a causar la muerte. De hecho, según datos de la Fundación Anar, las autolesiones se han multiplicado por 56 en los últimos 13 años, con una tasa de crecimiento de 5.514%.

Concepción Hernández Martín, psicóloga de la clínica López Ibor señala que «podemos entender la autolesión como cualquier forma en la que uno se hace daño a sí mismo, a veces es de forma visible y evidente, pero no hay que dejar de lado aquellas formas en las que el resultado y el objetivo son el mismo, pero no es tan dramático ni impactante».

Entre los motivos del incremento de las autolesiones, Concepción Hernández Martín señala los siguientes: la exigencia generalizada a la hora de optar a puestos de trabajo, la necesidad de aceptación en los grupos mayoritarios, la baja tolerancia al malestar reforzada por la inmediatez y la desesperanza, desesperación ante situaciones en las que no se tiene el control de las circunstancias. En su opinión, cuanto más se visibilice la autolesión o el suicidio en la sociedad, cuanto más se hable de prevención, de pedir ayuda, «más podremos frenar esta plaga que se va instaurando en todos los estratos sociales».

Localización de la ayuda adecuada

Considera que es muy importante transmitir que hay personas que pueden ayudar, tanto a nivel profesional como a nivel personal, que también pueden buscar a un amigo o familiar a quien contarle el dolor, pero que es fundamental localizar personas que estén emocionalmente disponibles. «Podemos solicitar ayuda a los profesionales que están ahí para ayudarnos en ese camino pedregoso y, en este punto, hay que romper una lanza y crear recursos, servicios más accesibles a la sociedad, atención de calidad, recursos en los que la persona que se plantea hacerse daño o terminar con su vida pueda encontrar una ayuda real en todas las fases del camino. Esta sociedad necesita cambios, en cuanto a información, educación emocional o dispositivos que estén creados específicamente para atender un riesgo mucho mayor de lo esperado», concluye Concepción Hernández Martín.

La psicóloga Patricia Gutiérrez, también destaca la necesidad de que «en los centros escolares se pueda trabajar desde Infantil, no ya desde Primaria o Secundaria, la educación emocional. Es fundamental. pero, como no hay un presupuesto asociado, depende del proyecto de cada centro, de la dirección, del profesorado…».

Desde el pasado 10 de mayo el Ministerio de Sanidad puso en marcha el teléfono 024 contra el suicidio, este servicio junto con el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) o la Asociación La Barandilla (911 385 385) ayudan a evitar que muchas personas cometan el acto suicida y reconsideren su situación.

Fuente: ABC

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