ARDEM PATAPOUTIAN: «El dolor es esencial para nuestra supervivencia»

Con motivo de nuestro 35 aniversario y en colaboración con la Fundación BBVA, hablamos con el biólogo y Nobel de Medicina libanés que estudia el tacto, nuestro sentido más misterioso, capaz de producirnos placer, pero también sufrimientos terribles. Refugiado en Estados Unidos desde los 18 años, escuchemos a este experto en los dolores del cuerpo... y del alma.

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Después de que unos milicianos lo retuvieran durante horas y amenazaran con dispararle, Ardem Patapoutian (Beirut, Líbano; 1967) huyó de la guerra civil en su país. Tenía 18 años cuando su familia lo envió a Estados Unidos con dos mil dólares en el bolsillo y una visa de estudiante. Se formó como biólogo molecular y neurocientífico.

Actualmente dirige su propio laboratorio en el Scripps Research Institute (California). Patapoutian investiga el sentido del tacto, que abarca la percepción de la presión, la temperatura y el dolor. E identificó la molécula que transmite estas sensaciones al sistema nervioso, un hallazgo que le valió el Nobel de Medicina en 2021. Un año antes recibió el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA.

XLSemanal. El tacto nos conecta con otros seres humanos. Es el lenguaje de las caricias, pero también del dolor…

Ardem Patapoutian. Sí, el tacto tiene un componente afectivo muy importante, pero también tiene una cruz: el dolor. Y, aunque la proteína que detecta tacto y dolor es la misma, las neuronas que los descifran son diferentes. Sin embargo, interactúan. Si usted se golpea un dedo con un martillo, lo primero que hace es frotarlo. Es una reacción instintiva. Ahora sabemos que las neuronas del tacto inhiben las neuronas del dolor. Se comunican unas con otras en la espina dorsal.

XL. El dolor puede hacer que la vida sea insufrible. ¿Conseguiremos algún día una vacuna?

A.P. Ojo. Sentimos dolor porque es esencial para nuestra supervivencia. Hay personas que carecen de un canal en las células para sentir dolor. Pueden caerse de escaleras, romperse un hueso, clavarse un cuchillo… y no sienten nada. Uno de esos individuos se tiró de un tercer piso pensando que iba a sobrevivir. Creía que era invencible.

XL. No todos los dolores son iguales.

A.P. Hay que distinguir entre el dolor agudo, cuando recibimos un golpe o nos quemamos, y el dolor crónico, cuando las neuronas envían una señal equivocada.

XL. Para mitigar el dolor, utilizamos fármacos que nos dejan sedados…

A.P. Y que nos vuelven adictos.

XL. ¿Encontraremos otra manera?

A.P. Hemos confiado en los opiáceos, pero tienen muchos efectos secundarios porque afectan al procesamiento central del cerebro. Cada vez somos más los que pensamos que las medicinas del futuro conseguirán inhibir el dolor localmente antes de que la señal se envíe al cerebro.

XL. Usted descubrió la molécula que nos hace sentir el tacto. Hábleme de ella…

A.P. Cuando usted nota una brisa fresca en la cara, está percibiendo muchas cosas: la temperatura del aire, el frotamiento del vello corporal, la tensión en la piel… Tenía que haber algún mecanismo que nos hiciese percibir esas sensaciones, de manera similar a cómo los fotorreceptores de los ojos captan la luz. Nos llevó muchos años encontrar esos sensores.

«Hemos confiado en los opiáceos, pero tienen muchos efectos secundarios porque afectan al procesamiento central del cerebro»

XL. ¿Por qué se dice que el tacto es el más misterioso de los cinco sentidos?

A.P. Porque es mucho más complejo de lo que pensamos. Por ejemplo, cuando comes, la sensación de estar lleno también se debe a estas moléculas. Y, además, controlan la presión sanguínea. En realidad, el tacto se desdobla en un sexto sentido, la propiocepción, que podría considerarse el más importante. Y que es un gran desconocido para el público.

XL. Le confieso que también es un desconocido para mí.

A.P. Cierre los ojos y tóquese la nariz.

XL. Hecho. Es fácil…

A.P. Le resulta fácil porque usted sabe dónde están la nariz y los dedos, en todo momento, gracias a esos sensores. Tiene una imagen mental de su cuerpo en el espacio. Y le sirve para sentarse, levantarse, caminar, tocar un instrumento… No la puedes apagar, como haces cuando cierras los ojos con el sentido de la vista. Hay gente que carece de ese sentido y va en silla de ruedas.

XL. Usted investiga la comunicación entre las células. Dígame, ¿Las células mienten?

A.P. ¡Constantemente! La visión nos engaña. Ahí están los trampantojos. Y los testigos oculares a menudo cuentan versiones diferentes de un mismo suceso. Hay un punto ciego en nuestro sistema ocular, y el cerebro lo rellena basándose en la información que le llega, no siempre fiable.

«En 2002 identificamos una molécula que detecta daños en las células. Ahora se está probando un fármaco contra el dolor de espalda que bloquea esa molécula. Han pasado 20 años»

XL. ¿Y las células guardan secretos?

A.P. Sí. Nuestra conciencia ha evolucionado para prestar atención solo a lo imprescindible. Hay otras muchas funciones que son inconscientes, porque si tienes que estar pendiente de ellas va a ser una distracción. La percepción de que tienes la vejiga llena es consciente porque necesitas saber cuándo tienes que ir al aseo. Pero esas mismas neuronas regulan la presión sanguínea, como un termostato, sin que nos percatemos.

XL. Usted hace investigación básica, pero está abriendo el camino a nuevas terapias.

A.P. Exacto. Cuando en la academia vemos una posible aplicación, la biotecnología y la industria farmacéutica se involucran. Pero lleva tiempo. En el año 2002 identificamos una molécula que detecta daños en las células. Justo ahora se está probando un fármaco contra el dolor de espalda que bloquea esa molécula. Han pasado 20 años.

XL. Su modo de trabajar es metódico. Coge uno por uno los genes y comprueba si están activados o no ante cambios de presión. ¿Dónde encuentra la motivación en los días en que las cosas no salen?

A.P. Para tener éxito en la ciencia, debes ser muy persistente. Pero también tienes que ser reduccionista. No puedes coger los 20.000 genes y comprobarlos. Tienes que reducir la búsqueda, guiándote por tu criterio sobre los que tienen más posibilidades. Dejas unos 300 candidatos… A partir de ahí, ya es cuestión de suerte.

«Muchos asocian libanés con terrorista. Si eres refugiado, compites con una mano atada a la espalda»

XL. Hoy hay mucha gente joven que se está cuestionando su carrera profesional. Lo llaman la ‘Gran Dimisión’. ¿Lo ve a su alrededor?

A.P. Lo que veo es que cada vez hay menos gente dispuesta a invertir los mejores años de su vida en un trabajo muy duro. Ser científico es como ser un actor de Hollywood. Te preparas para ello en la incertidumbre. No sabes si llegarás a ser una estrella. Mientras tanto, tienes que ganarte la vida como camarero.

XL. Tiene un hijo adolescente. ¿Qué consejos le da?

A.P. Como la mayoría de los adolescentes, con frecuencia se burla de su padre. Hablamos sobre lo que es el éxito: la validación externa es importante, pero es más importante hacer algo que te guste e intentar hacerlo lo mejor posible.

XL. Abandonó su país de origen forzado por la guerra. ¿Qué le ha aportado y qué le ha quitado ser un refugiado?

A.P. Lo que te aporta es resiliencia. Lo que te quita es que compites con una mano atada a la espalda. El inglés no es mi primera lengua. Muchos americanos asocian libanés con terrorista. Durante años, ni siquiera ponía en mi currículum que había cursado un año en la Universidad de Beirut. Me costó sentirme orgulloso de mi origen: mi familia pertenece a una minoría armenia en el Líbano. Pero encontré mi tribu en los científicos.

ABC

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