La condición humana

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Tomo prestado con mucho respeto este título que sirvió a Malraux para su estupenda novela con telón de fondo de la guerra civil china de los años 20 y a Hanna Arendt para su ensayo sobre las potencialidades de la humanidad para, modestamente, dar una mirada a la forma como la presente pandemia nos permite mirarnos como seres humanos.

El aislamiento en que nos encontramos tratando de resguardarnos del contagio ha hecho aflorar lo mejor y lo peor de nuestra condición como seres humanos. Hemos visto destellos de una humanidad solidaria y fraternal y muestras de la mezquindad de que somos capaces ante el temor a la muerte. Somos tan héroes como villanos.

Hemos visto iniciativas generosas de gente que por redes sociales ofrece sus servicios a quienes se encuentran en condiciones de mayor debilidad por la soledad o la penuria económica, ofreciéndose a hacerles mandados, dictar clases o talleres, brindando conciertos y exponiendo experiencias que pueden ser aprovechadas para sortear mejor la emergencia.

La gente ha salido con frecuencia a los balcones a aplaudir a los médicos, enfermeras y en general al personal de salud que expone su vida para atender a los enfermos, pero también hemos visto con dolor las denuncias de estos profesionales porque los taxis y autobuses no quieren transportarlos por temor a contagiarse. La sola vista de sus uniformes es suficiente para someterlos a una especie de apartheid.

Para no hablar de la xenofobia que se ha desatado contra los venezolanos que en condiciones muchas veces de miseria trataban de sobrellevar las dificultades que los hicieron abandonar su país. Como muchos viven de lo que precariamente logran devengar en el día en oficios temporales, ahora que estamos resguardados y protegidos en nuestros hogares sus servicios no son requeridos y han tenido que tomar el camino de regreso.

El presidente, que encomendó el país a la Virgen de Chiquinquirá porque es muy católico y muchas personas que siguen la Semana Santa por internet y rezan y se consideran salvadas por sus oraciones, no tienen ningún resto de conciencia en rechazar a estos vecinos hasta el punto de que han tenido que irse a pie de regreso a su país. De Bogotá a la frontera con Venezuela por el departamento de la Guajira hay 15 horas en carro. ¿Cuántas horas emplearán andando? Llegados a este punto, todavía tienen que someterse a los vejámenes de las bandas que controlan los pasos clandestinos como la de los narcoparamilitares de Los Rastrojos (los mismos que entraron una vez a Juan Guaidó) que los esquilman y violan a las mujeres que no tienen con qué pagarles.

Por el lado de los empresarios si bien algunos han ofrecido mascarillas, agua, alcohol y otros alivios para la crisis, tenemos casos realmente aberrantes como el del dueño del periódico El Tiempo, un banquero que lo maneja como una fábrica de noticias a su servicio, que le ha pedido a sus empleados que donen tres días de sueldo para aliviar su situación financiera. No se trata de un periodista dueño de un periódico en crisis financiera: es el hombre más rico del país que compró ese diario como comprar una fábrica de ropa, dueño de cuatro bancos que ahora aprovecha la ocasión para disfrazar de solidaridad sus ganancias.

Con gran despliegue hizo una donación de ochenta mil millones de pesos, pero simultáneamente dobló el costo de transacciones en sus bancos. Con sólo eso ya la compensaba, pero además en la pasada reforma tributaria le rebajaron los aranceles y para enfrentar la pandemia el presidente desvió los recursos de las regiones para dar liquidez a los bancos. Así que no sólo no donó sino que salió ganando.

Pero ante la declaración de Gustavo Petro anunciando que tiene cáncer y que se hará operar en Cuba se ha demostrado que se puede ser aún más miserable. De inmediato el ex jefe de gastroenterología de la clínica privada más exclusiva del país difundió un trino exponiendo las pruebas médicas que le hicieron ahí y asegurando que no le encontraron nada, que no tiene cáncer y que las pruebas que le practicaron en Cuba son de pésima calidad.

Eso es no sólo una falta a la ética médica sino un delito porque está violando el derecho a la intimidad. Además de las declaraciones de solidaridad y pesar por el duro trance que atraviesa el político más destacado de la izquierda, han aparecido cientos de memes y trinos de la ultraderecha alegrándose de su padecimiento y las quejas de Uribe y sus seguidores porque acuda a la medicina cubana en vez de la de aquí. ¿Alegrarnos del mal de un adversario político podrá ser el cimiento de la construcción de la paz de la que hablan hasta quienes más la combaten?

Esta pandemia la dominaremos con los recursos de la medicina y el comportamiento de una sociedad solidaria, que nos lleve a extender el cuidado de nuestra persona al de quienes nos rodean más allá de nuestra familia. Tenemos todo el potencial para sacar lo mejor de la condición humana en la convicción de que un ambiente social generoso será la mejor protección más allá de cualquier emergencia.

Fuente: POR ESTO!

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