Sin duda, el primer paso es siendo empáticos con ellos. Este es un aspecto fundamental a la hora de comprender cómo los jóvenes están luchando con la el descontrol, la incertidumbre, lo inesperado, la ambigüedad entre la educación recibida y lo que ahora pueden hacer. Ante una pandemia que lo impide casi todo, ser «adultos que sienten» nos permite sintonizar con ellos y comprender mejor qué necesitan para avanzar en estos momentos. Nos permite inspirarlos y guiarlos para que pongan los medios que tengan al alcance de su mano para avanzar. Fundamentalmente porque ellos tienen que retomar sus vidas. Necesitan con urgencia superar el impacto de haber sumado a la propia turbulencia emocional, característica de la edad, vivir en un ambiente de estrés familiar resultante, con experiencias desproporcionada por el Covid-19: padres que se han quedado sin trabajo, falta de alimentos en algunos casos, pérdida de un ser querido, miedo por la propia vida, miedo por sus seres queridos… Al peligro por la supervivencia hay que añadir los efectos de la educación virtual, no ver a los amigos, así como sentirse aislados y desconectados.
Ya pasó el «modo supervivencia»
Sin duda «esperar pasivamente» a que todo pase, es un mecanismo de defensa, quedarse quieto ante el peligro… También lo es «huir hacia adelante», arriesgarse a no respetar normas, por ejemplo sanitarias. Lo importante es que desde las familias se pueda tomar el testigo de que la vida es una carrera de fondo. Si los adultos somos generalmente empáticos con lo que viven los adolescentes, mientras dure la pandemia hemos de serlo aún mucho más. Es por ello que sinceramente espero que se les ayude a ver que las cosas probablemente por un tiempo no volverán a ser como eran antes del Covid-19.
Pero también que si cada generación está determinada por aquello a lo que está expuesta durante la adolescencia, la de hoy (que ha estado expuesta a la comprensión forzada de que los seres humanos nos necesitamos unos a otros), será la generación más grandiosa de la historia sí cuenta con una red de adultos fiables, disponibles y dispuestos a aprender también de ellos, para regalarles generosamente su experiencia, y de ese modo ser a su vez modelos resilientes. Esta es la razón por la que he creado comunidades de aprendizaje de neuro educadores para el siglo 21.
Sólo con la colaboración de adultos responsables primero con sus vidas, será posible modelar nuevas y buenas habilidades para comprenderse y desarrollar buenas estrategias de afrontamiento, con hábitos saludables, y trabajando cada uno desde lo profundo de sí mismo para comprender y relacionarse con lo que está pasando, sólo así impulsará a los jóvenes a que sus vidas florezcan.
Atrévete a ser tu propio mentor
De lo que se trata es de cambiarse las gafas y empezar a ver en cada uno de nosotros mismos para ser verdaderamente empáticos con lo que viven los adolescentes. Desde que empezó la pandemia, ellos han sufrido un gran impacto, por lo que sinceramente espero que las cosas no vuelvan a ser como eran antes del Covid-19, y no me refiero a que continúe el peligro, lógicamente. Lo que digo, es que si cada generación está determinada por aquello a lo que está expuesta durante la adolescencia, los adolescentes de hoy –que han estado sometidos a la comprensión forzada de los seres humanos, viendo cómo nos necesitamos unos a otros– será con toda probabilidad la generación más grandiosa de la historia, así que démosles la oportunidad.
Estrategias para padres, docentes y educadores
Permitamos que cuenten con una red de adultos fiables, disponibles y dispuestos a aprender de ellos, a regalarles generosamente su experiencia, siendo a su vez un modelo resiliente. Para ello han de comprender que se trata de una etapa de desarrollo que los hace increíblemente vulnerables a lo que ocurre en el contexto, y que éste impacta su bienestar emocional. Es por ello que si hoy toca ser adultos altamente responsables ante esta etapa evolutiva del ser humano, pensemos como padres pero también como especie
Estas son las estrategias imprescindibles que padres, docentes y educadores han de aplicar desde este instante:
1. Comienza por ti mismo. Muéstrale con actos cómo para ti superar tiempos de pandemia es un trabajo duro. Practica estrategias para lidiar con el estrés, la nutrición el trabajo en casa, la incertidumbre… Traza planes de trabajo, usa mascarilla y conversa sobre la importancia del sentido ético y el sentido común.
2. Demuestra que eres capaz de conocerte y regular tus emociones. Ellos por edad y por los cambios que ocurren en su cerebro necesitan de estrategias practicas que pueden ver en ti, y también necesitan co-regularse con las personas que son importantes en sus vidas, y con aquellos que les educan. Porque es con tus actos con lo que le estarás enseñando a lidiar con desafíos, no con tus sermones.
3. Permite que tome prestadas tus estrategias efectivas, así que piensa mucho antes de actuar, aun cuando creas que no es tan simple actuar con calma con sentirse como un pato deslizándose tranquilamente sobre el agua antes de abrir el pico. Mientras sientes que te deslizas, pon el foco en qué te está pidiendo con su comportamiento. .
4. No olvides que es una buena persona. Los errores de los hijos a veces descolocan a los padres para mantener una educación sostenible y de cuidado personal, y solo en lo que podemos controlar: las emociones, la salud, las propias decisiones, lo que comemos, lo que pensamos, y entre esos pensamientos: que las cosas pasan y mejoran.
5. Mantén la alegría, ya que solo así podrás tener más claridad para garantizar intencionalmente que a pesar de la pandemia a los jóvenes que educas no les falten sistemas de apoyo cotidianos. Y porque parafraseando a Benjamín Franklin: «La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro».
Fuente: ABC
